ET DIXI: NUNC COEPI.

1.6.11

Como si pudieras huir.

Empiezo a sentirme profundamente agobiada. Hay una palabra, y digo palabra de forma arbitraria, pero el hecho en sí también, que me persigue. Me sigue por todas partes, no logro escapar de ninguna forma. Tal vez sorprenda leerlo. Sin embargo, es tan constante, pesada, siniestra y cruel. Es injusta. Su prisión es un palacio. Una trampa. Estás cómoda la mayor parte del tiempo. Toda esa arquitectura que mezcla cualquier estilo imaginable haciéndolo inimaginable. Esos colores. Esos brillos. Esa dulzura tan amarga... Después, abrumada decides salir del palacio. ¿No está un poco alto? Infinitas escaleras de caracol, con escalones tan pequeños, sin distancia suficiente. Bajas. ¿Qué es esto? Suelo firme. Enormes murallas verdes con huecos y recobecos por los que quizá se podría pasear, o al menos eso te da por pensar. Y paseas, y paseas. Y te alejas. Y te pierdes. Miras hacia atrás, y lo ves en todo su esplendor. Un esplendor que aterra. Lo tienes claro: lo único que necesitas es escapar. Correr. Huir. Ser libre. Llámalo como quieras, pero vete. Lárgate. Un momento, ¿cómo? Sigue caminando ahora que lo ves claro. Ahora que tienes un destino. Por fin, el final del camino. Se va haciendo estrecho, se va volviendo oscuro. Entras. Continuas. No dejas de caminar. De repente, esa luz. ¿Libertad? Cuánta belleza. Todo es tan familiar... El color, ese brillo, lo amargo de esa dulzura. Y lo ves. Tu rincón. Las cenizas. La pena. El dolor. La fascinación...

Y te escondes en tu cama de sábanas de seda,
cómoda, prisionera.


Hablaba de una palabra. La locura que acarrea es tan tenaz.
Bucle.



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