ET DIXI: NUNC COEPI.

26.8.11

Fuck off.

Por favor, me muero por estar ebria. Por no sentir nada. Por ponerme una música impersonal y menearme sudorosa entre la multitud. 

No quiero pensar. No quiero ver pensar a los demás. No quiero que exista el dolor. No quiero que nadie pueda hacerse daño, ni que las personas tengan el gran poder de poder destrozar a otras personas. ¿En qué momento se adjudico ese talento el ser humano? En manos de unos esta la felicidad de los otros, como una cadena, una en la que quien no respira se ahoga, y quien termina respirando ahoga a alguien más.
Al final, todos terminan por decir que no pueden más, que van a morir de masoquismo, aunque ni si quiera saben si son ellos mismos, si son los demás. Todo negro, roto, mojado. Desordenado. Desorientado. Perdido.
Esas escenas de película dramática, donde uno corre bajo la lluvia, gritando. Llorando. Y cae de rodillas justo en ese asqueroso montón de barro. Y sigue llorando, y en un ataque de rabia patalea queriendo matar al barro, como si ensuciar de esa mierda todo lo que abarcan sus ojos ciegos fuera solución. Así. Simplemente, así.
Y sí, tras cada tormenta, calma. ¿Pero quién arregla los destrozos de la tempestad? 

El juego de las luces y las sombras. La nube que recorre traviesa el cielo tapando, a momentos, los intensos rayos del sol. El fugaz alivio, de la ausencia de luz, ausencia de calor. La sonrisa que  dibujan sola las comisuras, cansadas. Las ganas de cantar "¡Qué alegría más tonta! ¡Qué paz! ¡Qué bien, vivir!".
A veces, solo a veces, también es así.


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