ET DIXI: NUNC COEPI.

29.3.11

Erfahrung.

Parecía austera. Impersonal. Puede que fría. Incluso distante. Miras atónito alrededor. La vista no te alcanza. Te sumerges en esa gran magnitud. Edificios. Calles. Amplitud. Extensión. ¡Madre mía, ocho veces la admirada ciudad de las luces! Cada una de sus 'strasse' o de esas 'platz'. Todo con sus características propias. Todo marcado por su historia, que rebosa desde dolor a rebeldía, y sin embargo, tan jóven. Pero qué intensa. Sus rincones verdes, o aquellos de ondulante agua. Su cultura que escondida se reparte por cientosetenta y tres museos. Sus contrastes este-oeste, lo sencillo y lo que intenta recuperar un esplendor más barroco, tranvías que crucen tu camino o ausencia de cables y vías. No falta un subterraneo, a veces en la superficie, que comunique cada esquina. Tampoco la picaresca o la libertad de un espíritu ocupa. Salchichas y mostaza, que combinan perfectamente con una cerveza, pero elegir una de entre seismil diferentes aún puede ser un reto. Después todo lo cosmopolita. Las ganas de descubrir la vida real, la de cada barrio. El poder comprar un ticket de metro y que sea posible perderse. No puedo dejar de repetirme ese '¡Madre mía, ocho veces París!'

Lo admito. Tal vez en el fondo me ha impresionado. Me ha faltado tiempo para estar allí. Puede que ahora pase a ser uno de los destinos de mi lista. Pero lo realmente cierto es que, justo después de haberme ido, cuando el avión se perdía en el cielo, senti unas tremendas ganas de quedarme.

Esto es algo entre Berlín y yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario