ET DIXI: NUNC COEPI.

15.7.11

Nada que ver con nada.

Escribir cada vez menos. Más escueto. O tal vez, solo para mí, siempre conmigo. El cansancio de lo público que ahora se vuelve como el secreto más oculto. La tontería de guardar la basura como algo distinto y nuevo. Como todo lo cíclico, como todo pues, vuelve la sensación del inicio. El principio, que aún alejado parece empezar aquí una, otra vez. 

Es el temor a la transparencia. Suficientes los gestos para además adornarlos con palabras necias, anhelos vacíos de su herencia. Si bien las alababa, el cansancio de la repetición que juega con la inercia de la situación, delas ya por acabadas. 

Es como un triste compositor, estos que utilizan el tópico universal: para ti no tengo amor, querido galán. Unas rimas baratas, un compás para regar el mundo de pena y desazón. Igual que un ritmo prosaico que se vacía con imposibilidad de volverse a llenar. O igual que una misma, que regala sonrisas tristes, miradas fugaces que se esconden cuando deberían estar.

Llegando, de pronto, esta melancolía. Fruto del caos de siempre, el no que juega a por qué no sí. La frustación del futuro claramente desdichado. La incapacidad de la valentía a dejarlo todo a un lado. Superar lo insuperable y jugar a crear un mañana, da igual si abocado, mientras sea sencillamente afortunado.

Vuelve el sin embargo, la respuesta que corta las alas. Ese salto infito que te cae ilusoriamente de la cama. Abrir los ojos de un golpe seco, y preguntarte indiscreto como será el final que nunca verás del sueño


Regálame una palabra que no tenga nada que ver con nada.

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